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CUENTOS CORTOS CC015
LA ESPERANZA DE VIDA
UNA FLOR EN EL DESIERTO
Miquel Beltran i Carreté
Manitú era para los primeros pobladores del norte del continente americano el Gran Espíritu, el Creador de todas las cosas, el Dador de Vida. Cuenta una leyenda indígena que cuando Manitú terminó de crear su gran obra, el planeta Tierra, se dio cuenta de que entre una multitud de maravillosos paisajes había lugares que parecían olvidados de su mano: los desiertos. Aún así a Manitú le parecieron hermosos esos territorios secos y monocolores y decidió, antes de hacer ningún cambio, probar como iban a vivir esos espacios los hombres. ¿Cómo? Enseguida se dio cuenta de que mal, muy mal… No había hombre o mujer que encarara la travesía de un desierto y no se rindiera a la muerte en menos de un día. Estaba claro que había algo en esos paisajes que anulaba cualquier esperanza. ¿La falta de agua? Para eso Manitú ya había creado los oasis… No, era algo más… ¿Qué? Sí, eso, la falta de colores, la monotonía visual… Y fue entonces cuando ese generoso Dador de Vida decidió regalar pequeñas ilusiones, ofrecer minúsculas fuentes de esperanza a los viajeros del desierto. Y cuenta la leyenda que desde aquel día los cactus, esas solitarias y poco amigables plantas que subsisten en los desiertos, florecen… Y sus flores son como avisos, como señales indicadoras de que, aún en las situaciones más inhóspitas, existe siempre una esperanza de vida.
Y así cuenta la leyenda, o no… Quizás me la acabo de inventar, o no… ¿Qué importa? Si te gustó lo que leíste la historia ya mereció ser contada
.Miquel Beltran i Carreté
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